CONTRAPORTADA "¿Eres virgen?" preguntó él, incrédulo en pleno ardor de la pasión. Se detuvo ante su entrada ya húmeda y levantó la vista hacia ella. Ella asintió, esquivando su mirada intensa. "¡Mierda! ¿Por qué no me lo dijiste antes de firmar el contrato?" insistió. "¿Firmaste a pesar de saber que ponías en juego tu virginidad? ¿De verdad merece la pena?" preguntó de nuevo. Carla pasó por alto su segunda pregunta y respondió: "No tenía importancia en aquel momento y tampoco la tiene ahora. Tarde o temprano iba a suceder. Es inevitable". Su expresión se tornó provocativa, "Vamos a hacerlo, estoy increíblemente excitada y lista", dijo con un tono lleno de seducción.